Material Asamblea 2010 P.D.M

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La Lectio Divina Dominical Domingo 14 de Septiembre de 2014 Domingo XXIV del Tiempo Ordinario -

La Lectio Divina Dominical   Domingo 14 de Septiembre de 2014  Domingo XXIV del Tiempo Ordinario -
TEXTO BIBLICO Mateo 18, 21 - 35 Dale click en la imagen

miércoles, 23 de octubre de 2013

                                        Lucas 18,9 - 14  


        La parábola del fariseo y el cobrador de impuestos 

  Jesús contó esta otra parábola para algunos que, seguros de sí mismos por considerarse justos, despreciaban a los demás:

 10«Dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. 11El fariseo, de pie, oraba así: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, ni como ese cobrador de impuestos. 12Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.” 13Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” 14Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.»

LECTURA
¿Qué dice el texto?
Algunas preguntas para ayudarte en la lectura atenta… 
¿Por qué Jesús cuenta esta parábola? ¿Qué diferencias encuentra entre la actitud que asume el fariseo y el publicano, al momento de orar?, ¿Qué le pasa al que a sí mismo se engrandece? 
 Algunas consideraciones para una lectura provechosa… 
 El texto de hoy continúa con la enseñanza sobre la oración que había iniciado en el evangelio del domingo pasado con la parábola del juez injusto y la viuda. Esta vez la enseñanza es sobre la necesidad de la humildad en la oración y la respuesta de Dios a esta actitud humilde. 
 Como en la parábola anterior, también aquí encontramos tres partes, 
   una introducción (v.9),                       la parábola (vv.10- 13)                       y la aplicación (v.14). 
 La introducción muestra el motivo por el cual Jesús enseña: hay quienes se tienen por justos y desprecian a los demás. Sin embargo, Jesús que no excluye a nadie, usa la parábola para confrontar su manera de actuar. Los personajes de la parábola son percibidos por los escuchas como las personas más opuestas: los fariseos eran “los conocedores y cumplidores de la ley”, “los piadosos”, mientras que los cobradores de impuestos eran tenidos por pecadores, estafadores y colaboradores con los odiados romanos. 
 La oración del fariseo comienza bien: da gracias. Sin embargo, aunque sus acciones son buenas, su oración está centrada en que él es el “justo” incomparablemente mejor que “ese cobrador de impuestos”. Su “oración” se convierte en prueba de su vanidad y soberbia. 
 En cambio, el publicano se presenta en el extremo opuesto: él tiene conciencia de su pobreza y que no tiene “méritos” para presentarse ante Dios, esto se expresa por medio de gestos de arrepentimiento (“estaba a distancia”, “no se atrevía a levantar los ojos” y “se daba golpes en el pecho”), como queriendo ablandar un corazón endurecido. 

La oración del publicano es simple: “Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador”. El orante reconoce a Dios, se conoce a sí mismo como “pecador” y clama la compasión, la misericordia y el perdón que son propios de Dios. 
 En la aplicación se revela el tercer personaje de la parábola: Dios mismo que hace justo (justifica) a quien se reconoce humildemente como pecador, pide perdón y se convierte. Sin embargo, el fariseo no está pidiendo nada a Dios porque él mismo ya se cree justo a través de las obras que cumple. La última frase: “por eso todo el que se engrandece a sí mismo será humillado y el que se humilla será engrandecido”, abre la aplicación de la parábola a todos. 
MEDITACIÓN
¿Qué me dice el Señor a mí en el texto?
Comencemos nuestra meditación con las palabras del Santo Padre Francisco el 14 junio de 2013 en su eucaristía 
matutina: 
 “Sin la humildad, sin la capacidad de reconocer públicamente los propios pecados y la propia fragilidad 
humana, no se puede alcanzar la salvación y tampoco pretender anunciar a Cristo o ser sus testigos. Esto es válido también para los sacerdotes. Y los cristianos siempre deben recordar que la riqueza de la gracia, don de Dios, es un tesoro que se custodia en «vasijas de barro» a fin de que sea claro el poder extraordinario de Dios, del que nadie se puede adueñar «para el curriculum personal»”
Ahora preguntémonos: 
Cuándo oro: ¿Cuál es mi actitud? ¿Reconozco mi fragilidad? ¿Me siento superior a los demás? 
ORACIÓN
¿Qué le respondo al Señor que me habla en el texto?
Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana hago el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo.      
Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. 
Por eso, quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en Ti. 
 Para alcanzar esta gracia de tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: 
¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!
CONTEMPLACIÓN
¿Cómo hago propio en mi vida las enseñanzas del texto?

 Necesito de ti Señor: 
 “Gracias por tu misericordia” 
ACCIÓN
¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?

El evangelio de este domingo nos invita a reconocernos frágiles y pequeños ante el Señor, pero también a actuar en consecuencia: 
 ¿En qué momentos y con qué personas debo ser más humilde? ¿En mi trabajo pastoral muestro con mi sencillez el rostro de Jesús? ¿Cómo puedo mostrar mi agradecimiento a Dios por todo lo que me concede? 




jueves, 17 de octubre de 2013

LECTIO DIVINA 29no. Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C


   «Orar sin cansarse»
                                                                                     
            

                                                                               TEXTO BIBLICO: Lucas 18, 1-8

18,1: Para inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola: 18,2: —Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 18,3: Había en la misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival. 18,4: Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 18,5: como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, así no seguirá molestándome. 18,6: El Señor añadió: —Fíjense en lo que dice el juez injusto; 18,7: y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? 18,8: Les digo que inmediatemante les hará justicia. Sólo que, cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?
LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Este domingo se nos llama a perseverar en la oración. Las lecturas son bastante sencillas. Amalec era el gran enemigo de Israel (ver Deuteronomio 25:17-19), y es enumerado entre las naciones poderosas que aterraron tanto a Israel cuando éste exploró la Tierra Prometida (Números 13,25-33). De hecho, todo el tiempo que Israel perdió en el desierto fue consecuencia de su miedo y falta de fe en Dios que les había mandado ir a tomar la tierra, que ya habían llegado; ver Números 14; Deuteronomio 1. Nuestra primera lectura trata de la fe y la perseverancia en la oración, representada corporalmente por el mantener las manos alzadas aun cuando otros tienen que sostenerlas (algo parecido al paralítico en Marcos 2 cuyos amigos lo suben al techo, y cuya fe Jesús ve). Fíjense en que Éxodo 17:15-16 habla de la “bandera” de Yahveh como símbolo de su guerra perpetua contra “Amalec.” Así que Amalec representa el mal, y la “bandera” (en hebreo, nes) es la misma palabra que el “mástil” sobre el cual se debía poner la serpiente de bronce que curaba, Números 21:8; Jn 3:14-15.
El salmo 121 nos presenta a la persona acongojada orando, alzando los ojos a los lejanos montes en busca de la ayuda del Señor. Yahveh era un Dios de la montaña, y las montañas eran prueba del poder del Dios que hizo el cielo y la tierra. Dios ni duerme ni se adormenta; nosotros imitamos su vida divina perseverando en la oración, aun cuando estamos cansados y nos dormimos. Teresa de Lisieux a menudo se adormentaba cuando rezaba, pero confiaba en que Dios era un Padre amoroso que miraba con bondad y placer a sus niños mientras dormían.
La parábola del evangelio nos presenta a una viuda bastante latosa, que logra volver loco al juez corrupto con su importunidad. Finalmente lo que alaba Jesús de esta historia de la viuda es su perseverancia, su insistencia en pedir la justicia, aún cuando el juez era un corrupto. Dice que decide hacer la justicia, para que no lo molestara más.
Pero acaso Dios, el Padre que es totalmente justo, no hará justicia con los que claman a Él día y noche.
Por un lado la perseverancia y la insistencia en la oración y por el otro lado la confianza en el Padre Todopoderoso, que hace las cosas a su tiempo, y ama de corazón a aquellos que se fían de Él.
Preguntémonos para reconstruir el texto:
1. ¿Cómo comienza este texto? ¿Cómo y cuánto es necesaria la oración?
2. ¿Cuál es la parábola que les contó Jesús?
3. ¿Quiénes son los personajes de la parábola?
4. ¿Qué es lo que alaba Jesús de la viuda de la parábola?
5. ¿Cómo es el corazón de Dios Padre con sus hijos que se fían de Él?
6. ¿Cuál es la conclusión que sacas de este texto?
MEDITACION: ¿Qué me dice a mí el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
1. En mi vida, ¿cuánto tiempo dedico a la oración, a la comunicación con Dios?
2. ¿Estoy convencido que orar con mayor fervor, puede ayudarme a mí a conocer más los planes que Dios tiene para mí?
3. Es importante descubrir la diferencia en rezar, o recitar vocalmente, y orar, como respuesta a Dios que se comunica. ¿Con qué frecuencia, en mi vida voy mejorando mi encuentro de oración y mi dedicación al Señor?
4. ¿Tengo verdadera confianza en que Dios puede librarme de todos los males?
5. ¿Hasta dónde yo me pongo en las manos del Señor, o quiero ser justiciero a mi manera?
ORACION: ¿Qué le digo yo al Señor?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor:
Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.
Gracias porque voy aprendiendo a confiar más en Ti, me doy cuenta que te conozco poco, porque aún cuando me siento cristiano, mi oración necesita un refuerzo.
Te pido Señor que aumentes mi voluntad para vivir confiando en tu amor y en tu justicia.
Señor, que nunca tome la justicia por mis manos, que sea confiado, y que lo aprenda en la oración constante.
Que todos los que me vean, encuentren en mí una persona de oración, de contacto y amistad contigo, que pueda irradiar la luz de santidad y amor hacia los demás.
Gracias Señor.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor
CONTEMPLACION: ¿Cómo interiorizo el texto?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche?. (versículo 8)
Y de esta forma nos ponemos en contemplación
ACCION: ¿A qué me comprometo?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, volver sobre este texto, haciendo un profundo examen de conciencia sobre mi oración y el tiempo, la devoción y la perseverancia en la relación con el Señor. Proponerse una meta de oración diaria y presentársela al Señor.
En el grupo proponerse una actividad externa de oración comunitaria. Pueden invitar a personas de otros grupos a participar. Puede ser una oración por las necesidades de la diferentes familias, por los jóvenes por los estudiantes, por la paz en el mundo y en la comunidad. Y recordarle a la comunidad que la oración es la forma más importante para la comunión con el Señor. Si vienen otras personas, invitarlos a realizar un ejercicio de Lectio Divina comunitario.

viernes, 11 de octubre de 2013

LECTIO DIVINA 28vo. Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

                                          
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
                                       


                                                            

Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén


TEXTO BIBLICO: Lucas 17, 11-19
«Tu fe te ha salvado »


17,11: Yendo Jesús de camino hacia Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaría. 17,12: Al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia 17,13: y alzando la voz, dijeron: —Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. 17,14: Al verlos, Jesús les dijo: —Vayan a presentarse a los sacerdotes. Mientras iban de camino, quedaron sanos. 17,15: Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta, 17,16: y cayó a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Era samaritano. 17,17: Jesús tomó la palabra y dijo: —¿No recobraron la salud los diez? 17,18: ¿Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero? 17,19: Y le dijo: —Ponte de pié y vete, tu fe te ha salvado.

LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Un tema importante que nos puede dar una perspectiva para leer las lecturas de este domingo es el del extranjero. En la primera lectura, uno que no era israelita, Naamán, de Siria, es curado. El profeta Eliseo no acepta regalo de él, pero el sirio se lleva consigo tierra de la Tierra Santa: se ha vuelto un adorador del Dios de Israel. Jesús, en su primer sermón en su pueblo natal (Lc 4:16-30), dijo que “ningún profeta es aceptado en su tierra natal,” y luego da dos ejemplos de buenas obras hechas a extranjeros por los profetas de Israel: Elías a la viuda de Sidón, Eliseo al leproso de Siria. Esto no les cayó bien a sus conciudadanos, que entonces quieren matar a Jesús.
En la segunda lectura, Pablo está en prisión, pero la Palabra de Dios no está encadenada. ¿Tenemos la tendencia de querer encadenar a Dios y a su Palabra? ¿Restringimos el área en que Dios debe reinar? ¿Hay límites a lo que ponemos a la disposición de Dios?
En el Evangelio, Jesús sana a diez leprosos, todos judíos excepto uno; el único que regresa a darle gracias es un samaritano, un “extranjero” despreciado por los judíos, que ni siquiera les hablaban (ver Juan 4:9). Jesús les había dicho a los leprosos que fueran a mostrarse a los sacerdotes como exigía Levítico 14. Es difícil comprender a dónde pudiese haberse encaminado el samaritano junto con los demás leprosos: no adoraban a Dios en el mismo lugar ni con los mismos sacerdotes. Pero lo que se subraya es que sólo el extranjero hizo lo correcto.
Jesús da a entender que no por pertenecer al pueblo judío está la salvación, porque aquí es muy claro que la salvación Él la ofrece para todos, sin excepciones. Pero pone como condición reconocerlo a Él como Mesías, Señor y Salvador.
Preguntémonos para reconstruir el texto: ¿Hacia dónde se dirigía Jesús y qué lugares atravesaba? ¿Quiénes le salieron al encuentro? ¿Qué es lo que le decían estas personas a Jesús? ¿Qué título le dan a Jesús? ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? ¿Ante quiénes debían presentarse? ¿En dónde está escrito aquello que personas de esta condición debían hacer? ¿Qué hizo el extranjero? ¿Dónde volvió? ¿Qué fue lo que preguntó Jesús? ¿Qué fue lo que le dijo Jesús al extranjero?

MEDITACION: ¿Qué me dice a mí el texto?
Hoy en día hay un gran debate mundial sobre la inmigración. Las lecturas de este domingo nos llaman a ser más libres con el extranjero, más compasivos. En la mayoría de nuestros países ocupamos la tierra que perteneció a otros, hemos dado la bienvenida y atraído a grandes mentes y talentos para enriquecer a nuestras sociedades, quizá empobreciendo a otras naciones. Ahora sabemos que hay personas muy humildes y pobres en nuestros países que hacen trabajos muy duros que otros no quieren hacer, dando un ejemplo de austeridad, mientras envían ayudas económicas a seres queridos aun más necesitados. ¿Qué nos inspiran a pensar las lecturas de hoy?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
1. ¿Estoy consciente que Jesús pasa por mi vida, por mi camino?
2. ¿Reconozco a Jesús, el maestro? ¿Qué quisiera decirle?
3. ¿Cuáles son aquellas cosas que no han sido curadas en mi vida, en mi mente, en mis recuerdos, en mi espíritu? ¿Podría reconocer estas cosas?
4. ¿Soy capaz de acercarme al Señor Jesús y decirle: Jesús, maestro, ten piedad de mi?
5. ¿Alzo la voz para que el Señor, el Maestro me escuche? ¿Mi oración es tan interna que ni siquiera yo la escucho….?
6. ¿Qué significaría hoy el gesto de ir a presentarse a los sacerdotes? ¿Podríamos hacer una paráfrasis, y reconocer también la necesidad del sacramento de la reconciliación para presentarme ante el Señor?
7. ¿Soy agradecido con el Señor? ¿O mi vida es un sinfín de porqués que no entiendo? ¿Puedo ver todo lo que Él me regala, me ayuda, me conduce?
8. ¿Reconozco los dones del Señor? ¿Qué hago con lo que tengo para ponerlo al servicio de los demás?
9. ¿Entiendo que Jesús pone la fe, como necesaria para curarse?
ORACION: ¿Qué le digo yo al Señor?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor:
Gracias Señor por tu Palabra Salvadora. Gracias por todos los dones que me has dado. Por la vida, por la salud, por el conocimiento que tengo de Ti y porque te reconozco como Maestro. Dame Señor la gracia que también pueda yo decir: ¡Ten piedad de mí!

Que sea humilde, que reconozca todo lo que me falta para poder vivir de acuerdo a tu proyecto de amor. Dame fuerza para alzar mi voz, para reconocerte públicamente como el Señor, el Maestro, el dueño de la vida. Gracias porque has venido a limpiarme de mis impurezas, porque el enemigo que me engaña y me ata con sus confusiones, ya no tiene fuerza sobre mí, porque tu Palabra Salvadora me limpia, me purifica y me lleva a estar con mis hermanos, en la Iglesia. Gracias Señor.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
CONTEMPLACION: ¿Cómo interiorizo el texto?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Jesús, Maestro, ten piedad de mí. (versículo 13)
Y de esta forma nos ponemos en contemplación
ACCION: ¿A qué me comprometo?


Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, volver sobre este texto, haciendo un profundo examen de conciencia sobre las cosas que son impuras en mi vida, y que me enferman. Ponerlas ante el Señor y agradecerle la salud y la limpieza del corazón. Para esto, será importante como acción visitar personas que estén enfermas o necesitadas de una palabra de aliento. Así como el Señor gastó su vida y su tiempo por nosotros, hacer lo mismo, dando de nuestro tiempo a los demás.
En el grupo proponerse una actividad externa para demostrar que sí se ha entendido este texto y estamos cambiando. Ya que habla de enfermos, buscar a los enfermos o personas que no puedan salir de sus casas y hacerles una visita, ir a orar con ellos, como comunidad de jóvenes, no dejemos desamparados a nuestros más débiles de la comunidad y acompañarlos animándolos espiritualmente. Posiblemente, si no exista un ministerio especial en tu parroquia o movimiento, busca la forma de crear

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